Me he dado cuenta que con el corazón escondido en una caja de zapatos no se puede escribir.
Puedes rimar, puedes hacer cosas más o menos bonitas, puedes tener usas y fijarte en ellas, dejando a tu imaginación volar... pero no sería como antes. La sangre que bombea el corazón es la tinta del escritor. Sin corazón no hay sangre, sin sangre no hay tinta, y sin tinta, no hay sentimientos ni modo para provocarlos.
Y, claro, la solución está clara, ¿no?: "¿A qué esperas, Jose? Ponte el corazón de nuevo en ese vacío que intentas rellenar con cosas que no encajan, y vuelve a escribir como antes." Si fuera tan fácil, tened claro que ya lo habría hecho. Pero no puedo. Duele demasiado.
Es como cuando colocas el dedo encima de una herida abierta: Quema, escuece y te mueres de ganas por quitarlo, pero sabes que en cuanto lo hagas te vas a arrepentir porque se va a quedar pegada la herida a la piel y te va a doler más aún al separarlo.
Por eso estoy tan vacío, por eso sigo tan falto de inspiración:
Porque si buscaras en mi habitación
en una diminuta caja de zapatos,
encontraríais mi corazón,
en lágrimas negras bañado.
Al fijarte bien verías el rastro
de gente como tú que ha pasado
intentando robarlo o tocarlo
con intenciones buenas o malas
creyendo dejarlo intacto
pero por dentro dejando marcas.
Si lo tocas hazlo con cuidado
porque es débil y no aguanta demasiado
fuera de donde está sumergido
y que, aunque trates de impedirlo,
ahí lo seguiré bañando.
Esto que acabas de leer ha sido fruto de haberme colocado de nuevo el corazón en su sitio por unos minutos.
Agradecedme al menos el gesto, que ahora arrancarlo cuesta más.